Antes de la crisis piense usted cuántas veces había oído que los precios de los pisos siempre subirían y que el aumento de la población, la escasez de terreno y el crecimiento económico siempre empujarían al alza el valor de los inmuebles. Acaso, ¿No conocía un vecino o vecino de un vecino que compró una vivienda y al poco tiempo la había vendido con notables plusvalías? Pues bien, parece que ahora no se escucha tanto e incluso el vecino del vecino le ha puesto en conocimiento el caso de Japón, remoto lugar donde la población parece que vive un poco más aglomerada que en España y, sin embargo, el precio del suelo urbano curiosamente desde 1991 hasta 2006 ha caído un 68% en términos reales en las principales ciudades (http://reinet.org.ip, deflactado por Japon CPI Nationwide General Ex Fresh Food-Core Ex Fresh Food).
George A. Akerlof y Robert J. Shiller en su libro “Animal Spirits” recurren al término “ilusión monetaria”, entre otros, para explicar la existencia de los ciclos inmobiliarios. Así, la gente suele recordar el precio que pagó por su casa 20 años después pero no lo compara con otros precios de la misma época. Quiere esto decir que la gente no tiene en cuenta, en general, la multiplicación de los precios del consumo. Considerando este factor, parece que la inversión mobiliaria sólo sería más rentable que otras inversiones en determinadas épocas y en determinados lugares. Otros factores que manejan estos autores son: la confianza, la corrupción y la historia oral.
En esta Burbuja Inmobiliaria, como en otras muchas, han influido diversos factores psicológicos, culturales y económicos. En un país donde la movilidad geográfica y flexibilidad laboral es baja, donde existe un cierto arraigo cultural hacia la propiedad, unido a una política de intereses bajos, incentivos fiscales para la compra de vivienda y una retroalimentación favorable tanto psicológica como económica por parte de las entidades financieras, parece un caldo adecuado para un “boom inmobiliario”.
A nadie le interesaba bajarse del barco. Los bancos y cajas ganaban más dinero, parece lógico pensar que los intereses a cobrar por una hipoteca de 150.000 € no son los mismos que los de 250.000 €. Los particulares más contentos porque podían comprar un piso y un coche “por el mismo precio” el cual dentro de un año había incrementado el valor. Los políticos, tres cuartos de lo mismo, el paro bajaba, las arcas públicas llenas y sus bolsillos privados también.
Por desgracia nadie esperaba que en la inmensidad del gélido océano un insignificante trozo de hielo (subprime) llevase un coloso de la economía a la deriva. El final de la película ya lo conocemos: se hunde el Titanic, el protagonista Lenardo DiCaprio y muchos otros perecen en la aventura, entre ellos el capitán que “gobernaba” la nave. Sin embargo la gran protagonista sobrevive… ¿Será la Banca?
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